lunes, 23 de mayo de 2016

Creación literaria

Índice

1.- Poesía: Matarile-rile-rón

2.- Teatro: ¡Al médico!

3.- Narrativa: Con hadas se escribe la historia



1.- Poesía: Matarile-rile-rón
 Creación de un cuento sobre el fondo del mar con balleta y collage de "materiales encontrados"

Este cuento, aunque lo he hecho yo, es un ejemplo de cómo trabajar creaciones propias de libros con los niños en casa o en el aula. Podemos hacer una colección para nuestra biblioteca personal, pero lo interesante también es hacerlo con ellos...
En el cuento introduzco el verso, aunque no rima del todo, no hace falta!














 

2.- Teatro: ¡Al médico! 
 Creación dramática

Presento aquí una pequeña obrita de teatro sobre la que se puede (debe) improvisar.
Cuando trabajamos teatro con los niños es un buen recurso que cada uno elija el personaje que quiera, y construir un sólo personaje coral. Así, puede haber tres médicos, cuatro brujas, cinco niños... todos siguen la acción aunque no todos tienen por qué hacer lo mismo. Esto ese utiliza mucho en el teatro contemporáneo, donde los directores de más prestigio fácilmente nos pueden mostrar cinco Hamlet o tres Julietas... funciona muy bien: a modo de caleidoscopio, agranda y enriquece al personaje.
Esta obra se puede hacer representada por niños, por lo que el texto se convierte en un puro registro. También se puede hacer con adultos para niños o con títeres.

 

¡Al médico!


Dramatis personae

N: Los niños
D: Los doctores
B: La Presidenta Bruja
L: Lobo calvo con capa y sombrero
 
Los niños van al médico porque están muy malitos. Sólo saben caminar boca abajo.
Viendo todo el mundo del revés, llegan a la puerta de los médicos.

Los doctores llevan unas batas de volantes, bolsillos y vientos.
D:¡Adelante!. (Los niños pasan).
Ahora, todos en fila, túmbense.
¡Boca arriba! 
¡No, he dicho boca abajo! 
¡Que he dicho boca arriba!

(Cada doctor puede coger un paciente y establecer un diálogo improvisado, del tipo):

D: ¿Quien es Usted?

N: Soy uno de los niños.

D: No me lo parece, iría Usted de pie sobre dos pequeños pies algo sucios.

N: Por eso vengo, Doctor, estoy malito. Me encuentro mal y ya me he buscado mejor y sigo sin encontrarme.

D: ¿Ni con el mapa del tesoro?

N: No. Ni con el de metro.

D: Hmmm. Vamos a explorar. 
Diga aaah. 
Ahora a, e, i, ornitorrinco, u. 
Infle los ojos. 
Ponga la lengua bizca.
Estire los mofletes.
Descruce la tripa…
¡Formal!. 
Ahora una travesura. 
Diga una palabra fea y otra bonita. Muy bien.
Mmmmh (Piensa)
Esto no es cosa que la medicina pueda remediar. Esto es cosa de magia.

N: ¡Bieeen!!!

D: Deben darse prisa porque no les queda mucho tiempo. Tendrán que encontrar una piedra que flota en el agua y frotarse con ella los ojos. 
La dejaron allí flotando los señores y señoras de las cavernas que eran muy limpios.
Vayan por la acera siempre y luego cuélense por la alcantarilla. Pregunten a los cocodrilos y a los caracoles por el remolino de agua. Métanse dentro y llegarán a una puerta dorada con esmaltes y vidrieras de colores fantásticos. Por ahí no. Sigan todo recto, llamen al tronco del árbol y esperen a que salga a abrirles la Presidenta Bruja.
Para que no les convierta en raposas, deben recitarle un poema. Ella les llevará hasta la piedra flotante.

(Los niños se van cabeza abajo y hacen todo el recorrido)
Llaman a casa de la Bruja.

B: ¿Quien me llama? Iba a merendar sueños de hadas con mermelada de pimientos del padrón, unos pican, otro non.

N: Somos los niños. Queremos decirte unas poesías para que nos lleves hasta la piedra flotante. 

(se escoge un poema que los niños se sepan o se inventen)

B: Me ha gustado mucho. Os llevaré.

(La Bruja les lleva a un acantilado). 

B: Allí abajo está. Os bajaré en un cubo como si fuerais el agua cristalina que saco del pozo de los deseos.

N: Ya estamos llegando. Gracias! Gracias! Gracias!(hay eco)

(Algo captura a la Bruja)

B: ¡Socorro! ¡A mi la guardia de las brujas!

N: Algo sospechosos pasa ahí arriba. Pues a ver cómo subimos.

(se asoma lobo calvo con capa y sombrero)

L: Yo os subo, que sois muy monos.

(Les sube)

N: Ay.

L: Ahora me dais esa piedra que la necesito para rascarme la cola.

N: De eso nada. ¡A la de tres! (Le hacen masaje al lobo y liberan a la bruja).

L: ¡Ay que gusto! ¡Así malo no se puede ser!

(Los niños le hacen mimos al lobo y se frotan los ojos con la piedra. Se ponen de pie. Invitan al lobo y a la bruja a tomar en su casa chocolate con churros)

N: Volvamos a casa!

un N: Pues yo vuelvo del revés. Que me había acostimbrado a la hierba azul y a las nubes hechas de hojas y flores. 
 ¡Hala!


FIN 




 3.- Narrativa 
 Hemos estudiado la relevancia de los cuentos populares y de hadas. Pero también hemos insistido mucho en la necesidad de una revisión desde la crítica feminista. En este pequeño cuento, que bebe del libro "Ser princesa no es un cuento", quisiera rendirle un homenaje a Irune Labajo, por todo lo que me ha enseñado en la Universidad, y por ese pequeño gran libro que un día me regaló, que mi hija menor revisita con emoción una y otra vez.





Con hadas se escribe la historia

Esta historia empieza con una rabieta de Emilia, porque todo sucedió a las ocho de la tarde, que es a la hora en la que a Emilia le gusta invitar a casa a sus rabietas. 
 Su madre, como vamos a ver, está más que acostumbrada.

-¡Mamáaaaaaaa aaa aaaa!, chilla Emilia, y le sale una voz de señor que fuma puros. 
-Te he dicho que sí. Que me lo leas, me lo leas, me lo leas y punto y seguido, que me lo leas y punto y final.

-Emilia Dichinsez, contesta la madre solemne.
-Ya te he explicado que tienes siete años y has aprendido a leer. Te he leído un millón de noches los cuentos de princesas y de hadas. Ahora eres tú quien tiene que leerlos.

Emilia refunfuña y poco a poco la rabia se disipa en el aire como el pestilente humo del puro. 
Suspirando, resignada, se sienta en un sillón de orejas que prácticamente le hace desaparecer. Acaricia el libro de tapas de terciopelo verde antes de abrirlo.

-Ce-ni-cien-ta, lee en voz alta. Y entonces empieza a leer con la voz mental.

A mitad del cuento, Emilia se sobresalta. Sus ojos bizquean; no puede creer lo que está viendo. 

Una de las páginas está en blanco. 

Se frota las cejas, se pellizca la nariz, hace brrrr con la lengua y estornuda.

-Ya decía yo. Un espejismo, como en el desierto. Como en la merienda no he querido beber agua, será eso...

Las letras vuelven a estar en su sitio. Formando ese paisaje de líneas negras, aunque a Emilia le parece como si fuera desconocido. Como si nunca hubiera sido transitado.

Se chasca los dedos de los pies y sigue leyendo.

La Cenicienta se había cansado de limpiar. El polvo se acumulaba en los retratos y las telarañas crecían en los tarros de garbanzos. Qué aburrimiento, pensó, ir esta noche a un baile. Quisiera subir a la buhardilla y terminar La isla del Tesoro.

Con los ojos abiertos como un rodaballo, Emilia sigue la lectura hasta el final.

Así fue cómo Cenicienta cambió el delantal por todos los libros de la biblioteca. Los leyó uno a uno, y cuando terminó, se puso sus vaqueros, una camisa blanca con las solapas hacia arriba, y le espetó a su terrible familia de madrastra y hermanastras:
 -Me han contratado de bibliotecaria del reino. Allí podré seguir investigando. ¡No hay acción sin investigación!.
Las hermanastras se pusieron más envidiosas que nunca. La madrastra chilló como un gato en una noche de luna llena. Pero nada pudo detener a La Cenicienta. Firme y con sonrisa serena, salió por la puerta, dejando a su paso, como en las películas del Lejano Oeste, tan sólo una pequeña nube de ceniza que quedó suspendida en el aire. Lo único que había querido conservar de su historia era su nombre, pues con él renacería una y otra vez, como el Ave Fénix de sus cenizas.

Emilia sentía arremolinarse el calor en su pecho. Sin aliento, se apresuró a abrir el libro por el capítulo de Blancanieves. 

El corazón le galopaba cuando descubrió que, aunque a esta sí que le había gustado su príncipe, había montado un laboratorio con la bruja de pociones asombrosas en probetas de espejo con sabor a manzana. Por otra parte, Gretel, preocupada por el pelín exceso de peso de su hermano, había creado una protectora de bosques y un programa de salud y nutrición infantil. La Sirenita, como no puede ser de otra manera, era charlatana y conservó su cola de pez, batiéndose en trepidantes duelos de carreras con rápidos delfines. La Bella Durmiente, perezosa, decidió dormir doscientos años en vez de cien, pues tenía mucho sueño atrasado. Cuando se despertó, decidió besar a una rana ella misma, que, sorprendentemente, se convirtió en princesa...

Emilia cerró el libro y lo sostuvo inmóvil, como si necesitara ese tiempo para contener lo leído, para que las letras no se escaparan, para cumplir en ese momento, aunque no era el día de su cumpleaños, siete años.

-¡Emilia! La voz de su madre viajaba como si viniera a través de una máquina del tiempo. 
 -¡Emilia! Llevo siglos llamándote. Ya está el baño. Ya se que vas a decir que No, como todas las noches, pero hijita, no te va a servir de nada.

-Si mamá, dijo Emilia. Enseguida voy.

Su madre se paró en seco y le pasó la mano por el pelo.

-¿Te ha gustado leer sola tu libro de hadas, hija?

-Si. Pero, por qué es de hadas, mamá? ¿No era de princesas?

-Es de hadas porque es tuyo, Emilia. Su madre le guiñó un ojo. Fue entonces, perdiéndose en lo más profundo de los oscuros y habitualmente serios ojos de su madre, cuando Emilia pudo ver claramente aquello que confirmaba lo que siempre había sabido: una varita de hada, en el centro de la mirada redonda y cálida de su madre (o quizá fuera también el reflejo de la suya) que, aun sin frio, temblaba como una estrella y tintineaba como una campanita.

Pues entonces somos hadas. Será eso..., pensó.

 -Esta noche te contaré la historia yo, mami.

-Me alegro. Ya era hora de que la hicieras tuya.

Y con estas palabras y el olor a cena de pollo frito serpenteando por toda la casa, Emilia se sumergió entre las pompas de jabón, decidida a dejar de pensar un rato.



FIN




 



4 comentarios: