viernes, 3 de junio de 2016

Biblioteca en el aula y animación a la lectura

Esta actividad ha sido realizada por Carolina Alarcón Pastor, Ana de Juan Álvarez de Lara, María Manuela Fernández Maqueda, Natalia Hernández Gómez y Liv Ortiz Rönneberg

 para un aula de infantil de niños con edades comprendidas entre 4-5 años. 

Muchos de los nuevos retos educativos pasan por preguntarse qué falla en la escuela, por qué llega un momento en el que los niños comienzan a percibirla como una obligación, como una pesada y aburrida carga, en lugar de sentirla como un espacio de aprendizaje que invite a inventar, a innovar, a crecer en infinidad de planos, a ser creativo… Y lo mismo ocurre con la lectura. Cuando los niños se acercan a los libros por primera vez, rebosan curiosidad y deseo por descubrir todo aquello que esconden en su interior esos mágicos artefactos que ponemos a su alcance con mayor o menor interés. Desde la perspectiva de un adulto amante de la lectura, es absolutamente conmovedor comprobar la emoción y el placer que demuestran cuando asoman sus cabecitas al universo de imágenes y fantasía que les proporcionan los libros. ¿Qué ocurre entonces años más tarde? ¿Por qué cuando los niños superan esa marcada brecha entre la imagen y la palabra comienzan a percibir la lectura como una cansina imposición académica más que como lo que realmente es, un acto de regocijo y deleite? Quizá la respuesta la encontremos, como tantas otra veces, en el gran Borges: “La lectura no debe ser obligatoria. El placer no es obligatorio, el placer es algo buscado”.

Si queremos propiciar que disfruten de los libros y que se conviertan con el tiempo en lectores tan voraces como críticos, deberíamos, en primer lugar, cambiar nuestra perspectiva de los niños y verles como sujetos con criterio; y en segundo lugar, no estaría de más transformarnos nosotros, los adultos (tanto dentro como fuera de la escuela), en una gran oreja respetuosa y atenta capaz de comprender que cada niño es un universo, con sus inquietudes, inclinaciones y gustos particulares. Escucharles, valorar sus opiniones y proporcionarles un clima óptimo para el intercambio de ideas es vital si lo que pretendemos es responder a sus necesidades como lectores, que las tienen, a pesar de que se encuentren aún en una etapa puramente visual.

Ni todos aprendemos y sentimos de la misma manera ni todos decodificamos las imágenes del mismo modo. De ahí la necesidad de descubrir lo que precisa cada niño, así como sus disposiciones, y en base a ello, ser capaces de utilizar todos los recursos en nuestro haber para satisfacer sus necesidades y fomentar sus aptitudes.

Por todo ello, nuestra biblioteca y nuestro rincón de lectura no serán espacios creados para los niños, sino lugares pensados con los niños, que participarán tanto en el diseño como en la puesta en marcha de todos y cada uno de los aspectos y actividades relacionados con su experiencia como lectores. Se nos antoja esta la mejor forma de conseguir que se involucren realmente en el proyecto y que se sientan plenos protagonistas de él. Los niños, como bien sabemos, son creativos, curiosos y observadores por naturaleza, y disfrutan poderosamente realizando actividades con las que calmar su sed de conocimiento y experiencias. Pertenecen, como los adultos (aunque a muchos se les haya olvidado), a una especie que propende a aprender, que alberga en su esencia el ansia de avanzar, de comprender, de descubrir… Valgámonos pues de esta tendencia innata a la curiosidad como punto de partida para diseñar y crear una guarida lectora atractiva y mágica, y cubramos el entorno de la biblioteca del aula con un halo de fantasía y misterio, el mejor cebo para pescar mentes despiertas e inquietas…
¡Comenzamos!
       
SITUACIÓN EN EL AULA

En principio, se podría pensar que la lectura no necesita demasiados requisitos: basta un buen libro sobre las rodillas y las ganas de atravesar el umbral de la fantasía. Sin embargo, a la hora de ubicar el lugar donde exponer nuestra biblioteca y poder sentarnos (o tumbarnos) plácidamente a disfrutarla, sí pensamos que se deben tener en cuenta una serie de aspectos de carácter físico y material. La zona del aula que elijamos debe ser lo  suficientemente amplia y luminosa como para acoger a los niños con cierto desahogo y permitirles disfrutar de los detalles y la belleza de las imágenes, ya sea su lectura individual o en grupo. Asimismo, y en la medida de lo posible, debe tratarse de una zona libre distracciones y de ruidos molestos. Con estas sencillas medidas, conseguiremos provocar ese efecto de calidez y recogimiento tan propios de la lectura. Nuestra esquina de los libros estará también acotada y bien definida, para distinguirla del resto de los espacios del aula. A continuación, adjuntamos un pequeño croquis de la clase:



Pero, como todas nosotras disfrutamos de lo lindo leyendo al aire libre y creemos que se puede y se debe educar desde el juego y la sorpresa, hemos ideado también un pequeño espacio en el patio de la escuela para los días de buen tiempo que explicaremos con detalle en el apartado siguiente.
   
DISEÑO

Como hemos señalado ya, nuestro proyecto tiene como prioridad que los niños se sientan vinculados emocionalmente al espacio que habitan, el aula, y dentro de ella, a la zona de lectura. Queremos que sean los verdaderos protagonistas de su proceso de aprendizaje, así pues, dejaremos que se encarguen de una parte del diseño, la más vanguardista y dinámica, y la más atractiva: la ornamentación. 
Pero vayamos por partes, lo primero que vamos a describir es la distribución de los elementos que les vendrán dados. Como en todo rincón que se precie, dispondremos de dos paredes: la primera, la dedicaremos a colocar en fundas de plástico transparente las fotocopias a color de las primeras de cubierta (portadas para los amigos) de una selección de cuentos elegidos democráticamente en clase por los alumnos (más tarde explicaremos su función). Serán 18 portadas (colocadas en tres filas), un número apropiado para que todas ellas se sitúen a la altura del campo visual de los niños (como el resto de los elementos, por otra parte). En la segunda pared, iremos colgando los dibujos o creaciones que vayan realizando en las distintas actividades propuestas para el fomento y dinamización de la lectura. Por último, crearemos una tercera pared, que servirá para acotar nuestro rincón de los libros, con una estantería baja, que, repleta de cestos, albergará los libros de nuestra biblioteca de aula.

El espacio dedicado a viajar sin moverse del sitio, porque eso es en definitiva lo que hacemos cuando leemos, tendrá, además, un suelo mullido (tatami, colchoneta, piezas de goma EVA…) decorado con un gran número de cojines de diversos tamaños y formas y un puff.
Por último, colocaremos una cuadrícula a base de hilo de nylon sobre el área de la biblioteca para que los niños creen las diferentes “escenografías” en función de los libros que vayan leyendo, de las diferentes propuestas que se vayan realizando en clase o incluso en relación con los cambios estacionales (tantas posibilidades como ideas caben en el corazón de un niño). De ese modo, sobre sus cabecitas soñadoras penderán en cascada tiras de papel de colores, hojas de árboles ensartadas en lana semejando un jungla, cadenetas fabricadas a base de tapones de botella… De una forma simpática y lúdica, les invitaremos a imaginar, crear, leer y, ya de paso, reciclar.

En los días más amables, meteorológicamente hablando, dispondremos de un rincón de lectura en el patio del colegio, que podrán disfrutar el resto de los alumnos del centro si así lo desean. De este modo, quizá nuestra iniciativa dé paso a otras muchas, porque la ilusión es tremendamente contagiosa, casi tanto como la melancolía. Este espacio se creará a partir de una estructura de paraguas (de nuevo elementos reciclados), que darán color, alegría y sombra a los pequeños mientras disfrutan de sus libros preferidos. Sería conveniente, pensamos, guiar a los niños para que las lecturas escogidas para el exterior fuesen más livianas y lúdicas, por aquello de que al aire libre encontrarán más estímulos que les puedan distraer y, además, porque queremos darle a este momento lector un toque divertido.




CONTENIDO / FONDOS

Quien no haya pasado tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado... Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque papá o mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito... Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acaba y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido. Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastian hizo entonces.
Michael Ende

En nuestra búsqueda de la biblioteca ideal para un aula de 4-5 años, hemos intentado cubrir las necesidades de los niños de este tramo de edad con libros que les permitan reinterpretar el mundo, y con libros que les ayuden a entenderlo; libros que actúen como identificadores, para que los pequeños se reconozcan de forma inconsciente en los protagonistas y aprendan de ellos que los problemas tienen solución o que todos y cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles; libros que reflejen sus miedos, problemas o preocupaciones; libros para pasar un buen rato; libros para reír, soñar o volar; libros para educar los sentidos y el gusto estético; libros para disfrutar de la belleza estética y plástica, de una pincelaza o un trazo mágico; libros de los que encogen el corazón o libros nosense para perder la cabeza… En definitiva, libros para, con un poco de suerte, volverse un Bastian.
Los niños de 4-5 años pertenecen al llamado “subperíodo intuitivo”, en el que van desarrollando su capacidad de representación, disfrutan con el dibujo, el juego simbólico, la dramatización… Es el momento óptimo para trabajar la lectura de la imagen, descubrir las figuras dominantes, los colores, localizar los objetos e ir descubriendo las conexiones entre los dibujos, y entre éstos y el texto que los acompaña. 

Para elaborar estas representaciones, insistimos de nuevo, el niño debe poder identificarse con alguno de los personajes de la historia… ¡tanto con los buenos como con los malos!

A continuación, proponemos un pequeño esquema de las características de nuestra selección, para que quede aún más claros los motivos de la propuesta:
-En estos libros, la ilustración es un lenguaje artístico más y no solo un aliciente decorativo.
-Libros con lenguaje correcto y párrafos no demasiado extensos.
-Libros que ofrezcan información, en los que el niño pueda adentrarse en una investigación propia.
-Libros con poco texto, que ayuden al niño a decodificar las imágenes e, incluso, crear su propia historia.
-Libros de fábulas, adivinanzas, rimas, canciones.
-Libros de poesía y de lenguaje algo surrealista (muy importante en esta edad).
-Libros de cuentos populares.
-Libros fáciles de manipular, de cómodo manejo para sus manitas
-Libros que produzcan asombro, risa, y proporcionen una correcta escala de valores con el objeto de que el niño pueda ir eligiendo sus propios caminos
-En definitiva, libros-arte, libros-vida.

FONDO DE ARMARIO PARA LECTORES EXIGENTES DE ALTURA REDUCIDA

1) Presiona aquí, Hervé Tullet. Chronicle Books. 
2) Adivina cuánto te quiero, Sam Mc Bratney. 
3) La manzana roja, Feridun Oral. Editorial Juventud.
4) Monstruo Rosa, Olga de Dios. Nube Ocho Editorial.  
5) El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza. Wermer Holzwarth y Wolf Erlbrunch. Alfaguara Infantil. 
6) El peor niño del mundo, Andrea Rauch. Brosquil Ediciones.  
7) Un perro muy raro, José Watanabe y Víctor Aguilar. Editorial Peisa. 
8) Monstruosa sorpresa, Édouard Manceau. Bruño. 
9) Salvaje, Emily Hughes. Libros del Zorro Rojo. 
10) Cómo atrapar un estrella, Oliver Jeffers. Fondo de Cultura Econcómica de España. 
11) El globito rojo, Lela Mari. Kalandraka. 
12) Huevos verdes con jamón, Dr. Seuss. 
13) ¡Oh!, Josse Goffin, Kalandraka. 
14) La oca loca, Gloria Fuertes, Editorial Escuela Española.
15) Cuentos para jugar, Gianni Rodari. Alfaguara Infantil. 
16) El árbol generoso, Shel Silverstein. Kalandraka. 
17) De la cabeza a los pies, Eric Carle. Kókinos. 
18) El cazo de Lorenzo, Isabelle Carrier. Editorial Juventud. 
19) Te quiero (casi siempre), Ana Llenas. Espasa Libros. 
20) La ovejita que vino a cenar, Steve Smallman. Beascoa. 
21) Orejas de mariposa, Luisa Aguilar. Kalandraka. 
22) La cebra Camila, Marisa Núñez. Kalandraka. 
23) La merienda del señor Verde, Javier Sáez Castán. Ediciones Ekaré. 
24) La gran fábrica de las palabras, Agnes de Lestrade. Tramuntana. 
25) Donde viven los monstruos, Maurice Sendak. Kalandraka. 
26) Inés Azul, Pablo Albo. Thule Ediciones. 
27) Pequeño Azul y pequeño Amarillo, Leo Leoni. Kalandraka.
28) Frederick, Leo Lionni.  
29) El huevo del erizo, Nozomi Takahashi. Tramuntana.  
30) Corre a casa ratoncito, de Britta Teckentrup. Loguez.
31) Mi nueva casa, Marta Altés. Blackie Books. 
32) Buscar, Olga de Dios. Nube Ocho ediciones. 
33) Críctor, Tomi Ungerer. Kalandraka. 
34) Adelaida, Tomi Ungerer. Kalandraka. 
35) Yo materé monstruos por ti, Santi Balmes.
36) El pez arco iris, Marcus Pfister. 
37) León de biblioteca, Michelle Knudsen y Kevin Hawkes. 
38) Una piedra extraordinaria, Leo Lionni. 
39) ¿Nada?, Patrick Mcdonnell.
40) Soñario, Javier Sáez Castán. Océano Travesía.  
41) El pato y la muerte, Wolf Erlbruch. Barbara Fiore Editora. 
42) Elmer, David McKee. 
43) Ser princesa no es un cuento, Irune Labajo y Gábor Gayá. 
44) ¿Qué le pasa a mi cabello?, Satoshi Kitamura.
45) Flotante, David Wiesner.

ORGANIZACIÓN Y GESTIÓN

Toda maestra que se precie debe amar los libros, porque, de lo contrario, difícilmente podrá invitar a los niños a que se apasionen por la lectura. Por ello, creemos que una buena parte de los fondos de la biblioteca deben provenir de los docentes, primeros interesados en compartir ese fuerte apego a los libros y guías en el desarrollo lector de los pequeños, en su pensamiento crítico.

Por otra parte, la responsabilidad de formar lectores, claro está, no es competencia exclusiva de la escuela, sino que a ella deben contribuir también las familias y otras instituciones cercanas al entorno del niño, como las bibliotecas públicas, así que debemos valernos también de estos dos agentes para obtener nuevos libros que sean de interés para los niños y que les ayuden a crecer y volar. Cada alumno, si así lo desea y puede (que no están las cosas muy boyantes en muchos hogares -precisamente los más desfavorecidos serán los que presumiblemente más necesitarán nuestra motivación-), traer a clase un libro consensuado con la maestra y otro que sea de su completo gusto para compartir con la clase. Los primeros entrarán a formar parte del fondo de la biblioteca y tendrán una distinción roja; los segundos, servirán para lo que vamos a denominar ”los libros con maleta”, y estarán marcados en azul. Cada viernes, todos los alumnos y alumnas elegirán un libro azul y se lo llevarán a casa. El lunes, en la asamblea, todos intercambiarán opiniones sobre los personajes, el argumento, las ilustraciones… Nadie tomará nota del libro que se ha llevado a casa cada niño, porque lo que queremos conseguir es que los pequeños sean cada vez más autónomos y se responsabilicen de los ejemplares que sacan del aula sin que ninguna autoridad les supervise. Para ello, obviamente, necesitaremos el apoyo de las familias, que estarán sobre aviso de que la actividad de “los libros con maleta” no tiene como finalidad únicamente el fomento de la lectura, sino hacerles comprender el valor del objeto en sí, que deben cuidar, y darles alas para madurar.

En cuanto a los libros marcados en rojo, los que conforman propiamente el alma de la biblioteca, pueden ser llevados a casa cuando el niño lo desee. Tan solo estableceremos dos únicas normas: que sean devueltos al día siguiente y que se informe a la maestra (por una cuestión meramente logística). Una vez cumplidos estos dos requisitos, bastará con que el niño coloque su carné (una fotografía plastificada con un cordón a su elección) en el gancho de “¡Me lo llevo!” y lo sitúe en el gancho de “¡Lo devuevo!” una vez disfrutado en casa con padres/as, hermanos/as, abuelos/as, vecinos/as... 
Creemos que con estas pequeñas y sencillas normas, que al principio costará implantar, poco a poco los niños nos irán hablando de sus gustos e intereses y aprenderán que los libros no son un objeto cualquiera, que encierran tantas maravillas que deben ser cuidados como el mejor de los bienes y que ellos, solitos, son los guardianes y custodios de tan increíble tesoro.
  
DINAMIZACIÓN Y ANIMACIÓN

Nos gustaría, antes de nada, hablar un poquito sobre lo que Kepa Osoro Iturbe llama Lectura Compartida, ya que este concepto nos parece fundamental para entender la lectura en el periodo de la Educación Infantil, cuando los niños no saben descrifrar aún los textos y necesitan de la figura del adulto para que les acompañe de una manera alegre, tierna y respetuosa en el descubrimiento del libro. La Lectura Compartida es, por tanto, ese momento de comunión entre el niño y el adulto que nace en el entorno familiar, cuando los padres o madres leen a sus hijos en el regazo, y crece y se desarrolla, si el maestro o la maestra tienen el necesario amor por los libros, en la escuela. Porque no se puede invitar a los niños a que lean desde la apatía o la rutina, imposible, tan solo lo lograremos desde el amor, desde la emoción, pero desde una emoción real, vivida, desde un sentimiento sincero, desde la complicidad y la cercanía. Y solo a partir de esta proximidad al niño y teniendo como punto de partida el afecto por la lectura brotarán de manera natural las estrategias más fascinantes y creativas de dinamización y animación.

En este sentido, además, los adultos tenemos muchísima suerte, porque contamos con unos aliados de excepción: los libros ilustrados, rebosantes de posibilidades comunicativas, poseedores de una fuerte carga estética, plástica y emotiva, y capaces de acercar la realidad a los niños desde la fantasía.    
Otro aspecto que nos gustaría recalcar es que la competencia lectora y el hábito lector se influyen mutuamente. Por ello es importante hacer partícipes a las familias de las actividades que se lleven a cabo en el aula (o en el centro) en relación con el fomento de la lectura, ya que, si bien es cierto que en el seno de algunas familias el hecho lector es tan natural como beber un vaso de agua, en otras, por desgracia, los niños no encuentran un modelo al que imitar y los libros brillan por su ausencia, lo que repercute en su interés por la lectura.

Cada vez son más los padres o madres que se acercan a las escuelas o colegios de sus hijos a contarles un cuento, o incluso a rerpresentarlo con marionetas, pequeños teatrillos, etc., lo que nos hace presuponer que un alto porcentaje de padres/madres o bien leen o bien desean que sus hijos lo hagan. Importante tener este hecho en cuenta a la hora de plantear más actividades de carácter familiar, incluso se podrían extender estas experiencias a abuelos o hermanos mayores, por poner algunos ejemplos.
A estas edades, la naturaleza de los niños les empuja al movimiento, así que bien podríamos aprovechar su espíritu dinámico y el gusto por “hacer” para optar por pedagogías corporales que aúnen literatura y música o literatura y danza. Las performances pueden ser tan ricas como variadas, basta poner en marcha la imaginación y la creatividad.

A las ya conocidas actividades que se desarrollan en el aula para invitar a los alumnos a que lean (la hora del cuento, momentos de reflexión y diálogo sobre algún libro propuesto, talleres en los que dibujar a los protagonistas de esta o aquella historia…), queremos sumar este otro tipo de experiencias, más innovadoras y desconocidas.

Los niños que actualmente habitan las aulas vienen ya con una tableta debajo del brazo (lo del pan ha quedado ya para el recuerdo) y este es un factor que, mal que nos pese a algunos, no podemos obviar. En la actualidad existen un gran número de aplicaciones que dan vida a la obra de muchos autores e ilustradores. Es el caso, por ejemplo, de las simpáticas historias de Chris Haughton (fallo no haberle incluido en nuestro fondo de biblioteca), que cuentan con divertidas App para tabletas o teléfonos móviles.

Cuanto antes expongamos a los niños a la lectura, antes y mejor desarrollarán la capacidad lingüística y las habilidades de expresión, comprensión y comunicación. La lectura les dotará de poderes para imaginar y crear nuevas historias, de ahí la necesidad de proponerles actividades que saquen a la luz su creatividad y dotes narrativas. Los dados con imágenes, que incluso se comercializan, son fantásticos para que den rienda suelta a la imaginación y creen pequeñas historias, pero también podemos servirnos de recortes de revistas para presentarles una serie elementos, personajes o circunstancias con los que poder componer un narración con lógica o sin ella, que lo ilógico tiene también su atractivo.

Por último solo queremos compartir con vosotros los errores que, según la AEPap (Asociación Española de Pediatría y Atención Primaria) con más frecuencia cometemos los adultos cuando queremos animar a los niños a que lean:
-Crear contradicciones entre el método de la escuela y el empleado en casa.
-Emplear libros inadecuados por su extensión, interés o tema.
-Introducir un ritmo de aprendizaje excesivo.
-Repetir o enseñar lo ya sabido, lo que provoca aburrimiento.
A los que añadiremos uno más:
-Convertir la lectura en una obligación y despojarla de todo su misticismo y magia.   

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